Caracas nuestra de cada día es mi regalo a la ciudad donde nací y en la que vivo por decisión consciente y apasionada, en el 450 aniversario de sus fundación. Bautizada en 1567 Santiago de León de Caracas, fue dejando de lado los nombres que podían imprimirle algún abolengo y se queda con su sonoro e inconfundible vocablo “caracas”.
En la obra he construido mi propio paisaje sonoro.
Caracas: valle, luz, montaña y norte, con toda su carga visual, es la ciudad que se nos impone por los ojos, pero Caracas es también silencio y ruido, armonía y disonancia. Caracas está en el canto de pájaros matutino y en el de todas las horas, y es además canto, melodía y ritmo, y es ese mi paisaje sonoro. Intento pues describir un retrato íntimo y personal de la ciudad, paseándome por las horas del día con su característica carga sonora.
Las secciones de los dos movimientos toman sus nombres de las horas canónicas u horas “del oficio” de la religión católica, tanto de las llamadas horas mayores o principales como de las horas menores. Y van desde el amanecer “maitines”, hasta la noche con las “vísperas“ y las “completas”.
Caracas nuestra de cada día es el canto matutino de los pájaros, la estridencia del sol del mediodía, el letargo de la hora sexta (siesta), pero en este año 2017, en este año de sus 450, Caracas fue también llanto y sangre, crujido militar e himno nacional entonado con pasión, orgullo, tristeza y esperanza. La ciudad es una compleja yuxtaposición de cantos, estridencias y nostalgia: es que yo quiero tanto a mi Caracas…
Caracas es noche y fiesta, ruidosa noche que suena a salsa.
Caracas es, en fin, la ciudad de mi vida y es también la ciudad a la que soñamos retornar…